Eran la 6:30 a.m. cuando tome el bus, servicio
colectivo para ser más exacto, la única ruta que me dejaría cerca al lugar de
trabajo y que no representaría ningún riesgo de caminar unos cuantos metros
para no agitarme. La carretera, igual que siempre, llena de buses, busetas,
automóviles, camiones, motocicletas y muchas personas, algunas corriendo por la
absoluta posibilidad de llegar tarde a su destino, cualquiera que fuera, otras
por el contrario no muy preocupadas ante la posibilidad del retraso. Parecía
ser uno de esos días en los que no sucede nada, nuevamente mi vida
transcurriría con la misma pasividad del día anterior, una mañana fría, una tarde algo oscura y una noche solo.
Al mismo tiempo,
mi mente, al arrullo del transporte público, inicia su desborde creativo
de todas los días, sueños e ilusiones que tal vez nunca llegaran, posibilidades
infinitas de una vida aburrida y simple que de un momento a otro cambiará; un
hecho particular que transformará la repentina tristeza de soledad en una importante
y reconocida existencia. Los edificios apoyan esos sueños planeados de futuros
irreales que se basan o se crean por mentiras de reconocimientos que hasta
ahora no llegan.
Personas caminando con sus propias ilusiones o sus
propias mentiras de sueños inconclusos o verdades encubiertas de tristeza y
soledad. Como siempre trabajando en un sueño, tal vez el más importante, una
mujer, tan perfecta como hermosa. Una
belleza principalmente corporal, y es un sueño trabajado, porque son trabajados
cuándo preparas tu mente a sonar, en una
mujer o trozo de carne que este en el ideal de belleza que los medios nos
venden.
En segunda instancia, ese trozo de carne, mujer bella,
también es hermosa por dentro, soñando una médica o ingeniera, adinerada, con
una vida maravillosa que sería vuelco a mi simple vida. Sueños y sueños, tan
irreales, que nunca llegarán, no precisamente por ser sueños más bien por el
hecho de ser sueños para una vida perfecta, tan perfecta, como utopía que
siempre fallara. En ese sueño, una mujer perfecta, se reúnen todas y cada una
de esas personalidades por su belleza, inteligencia, talento,
reconocimiento y mucho más en una sola
persona.
Transcurrían 20 minutos de viaje, todo seguía igual,
las mismas caras, las mismas preocupaciones, los mismos trancones, hasta que en
cierto punto llego ella, hermosa como ninguna, imponente su presencia, parecía
irradiar su belleza o tal vez su perfecta vida. Una mujer hermosa por fuera y
seguramente por dentro, yo me preguntaba porque una persona tan bella tomaba el
transporte público, pero en ese momento estaba abrumado, con una estupidez en
mi cara y en mi cuerpo, pareciendo trasportado a otro mundo. Ella, parecía muy
alegre, se sentó, un asiento adelante del mío, saco su billetera del bolso, yo
no quitaba la mirada de su ser, un billete de diez mil pesos, -Señor te
pago-sus palabras que para mi fueron cantos ridículamente celestiales, el
chofer recibe el billete, se siente absorto por tal belleza, reúne el cambio,
tal vez con los mejores billetes que tenía en su caja, estira la mano hacia
atrás sin quitar la mirada del espejo retrovisor.
Ella, se levanta e inevitablemente veo su cuerpo,
todos los pasajeros hombres tampoco lo evitan, su pelo húmedo hace verla
limpia, recibe los billetes que el chofer preparo para devolverle y a mi no
preocupa la certeza de un accidente ante la imposibilidad del conductor por
devolver la vista al frente, no me preocupa nada, solo verla y de cierto modo
sentirla. Ella, recibe el cambio, monedas y algunos billetes viejos, vuelve a
su asiento, su espalda recta y su pelo húmedo, me encantan, empiezo a imaginar
que podrá ser, estudiante?, profesional?, secretaria?, muchas cosas llenan mí
cabeza, pero indiscutiblemente por tal belleza, lo menos que podría era ser
médica u odontóloga. Por qué en transporte urbano, y el carro, o mínimo taxi,
es lo que pienso, bella, era realmente bella. Sigue el colectivo su ruta y es
la primera vez que deseo enormemente que suceda un accidente o haya un
embotellamiento de todos los carros de la ciudad en la avenida por la que
transito, pero no, increíblemente, como nunca, la avenida esta sola y el
conductor torpemente acelera su vehículo, tal vez no quiere verla más o por el
contrario evitar un accidente y presumo que ella se acerca a su destino.
La veo todo el tiempo, no lo evito, no quiero
evitarlo, ella parece no darse cuenta o tal vez sabe que es hermosa y lo
disfruta sobre todo con hombres impresionados que solo la ven y no son capaces
de acercarse a hablarle. Definitivamente en mis pensamientos defino que es
médica, y pienso en la cercana posibilidad de la llegada de la mujer de mis
sueños, ella. Estoy tan abrumado con su belleza que no me percato que he pasado
mi destino, pero no importa caminare y pensaré que lo hago por deporte, cada
vez son más y más cuadras de distancia. Ella, por fin se decide a bajarse, -por
aquí por favor- sus palabras. El colectivo se detiene y se baja la mujer más
bella del mundo, ella pasa la calle, yo la veo hasta se pierde en el ocaso.
Un nuevo amanecer, se repite la historia, muchos
buses, de nuevo los trancones de carros y los ríos de personas afanadas con un
destino para llegar. Esta vez no tomo el colectivo, es un bus verde y viejo,
está repleto, el conductor no es nada amable y quiere que cada persona que
recoge se trepe descaradamente encima de los otros. Unos metros más adelante se
bajan un número considerable de pasajeros, sin embargo no tuve tanta suerte y
no pude tomar asiento, de repente desocupan un puesto, luchó sutilmente por
tomarlo, no me importa la dichosa caballerosidad, nunca antes una mujer se ha
levantado para darme el puesto, yo tampoco lo haré.
El bus se detiene, yo me estoy sentando y se sube
ella. Quedo ensimismado al verla, no lo
puedo creer, definitivamente el destino me dice que ha llegado la mujer de mis
sueños, -señor te pago- sus palabras
que nuevamente se convierten en cantos ridículamente celestiales para mí, es
ella, si es ella, me repito. Sorprendentemente la persona que está sentada
junto a mí se levanta, yo ruego que ella se decida sentarse a mi lado, si lo
hace es una señal divina que me demuestra que ella es la mujer de mis sueños,
da dos pasos y ofrece el lugar vacío a la señora con la que pelee el lugar, no
lo creo se va a sentar a mi lado una desconocida teniéndola a ella en frente,
la señora hace señas y no acepta aduciendo que ya va a llegar a su lugar.
Por fin ella se sienta a mi lado, su pelo húmedo me
recuerda la primera vez que la que tuve la fortuna de verla, su espalda recta
la hace ver interesante, de pronto recuerdo que este día es el día sin carro.
Me decido a hablarle, -es mejor sin carros- ella me ve, sus ojos se ven
extrañamente alegres, no le importa el trancón de buses y taxis -si es mejor-
responde, empezamos la conversación,
cosas triviales, interesante y otras muy poco interesantes, hablamos de todo, resulto
se estudiante de medicina, 24 años, gustosa del cine y el arte, bohemia,
inteligente, conversadora, amable, interesada por realizar labor social, una
voz armoniosa y muchas otras cosas que descubrí ante mis insistentes preguntas.
Definitivamente yo también le interesaba, lo percibí con su repetidas sonrisas,
su admiración por mi buen sentido del humor. Cuando nos dimos cuenta ya nos
habíamos pasado de los destinos a los que nos dirigíamos entonces decidimos
seguir en la ruta hasta que se devolviera, ya llegaríamos retardados a nuestros
lugares, que mas daba. Hablamos por un periodo de dos horas, pero ella finalmente
llego a su lugar, se despide, me da un beso en la mejilla, sus labios rozaron
suavemente mi mejilla, su aroma impregno mi cuerpo no tanto como a mi mente, no
lo he podido olvidar, -no vemos en otra ocasión- sus últimas palabras de
despido -hasta pronto- respondo torpemente.
El bus se detiene, ella se baja, el
bus inicia el recorrido, volteo mi mirada, la veo caminar a su destino hasta
que se pierde nuevamente en el ocaso. En ese preciso momento trato de repetir
su nombre, me doy cuenta que no le pedí su nombre, había cometido la estupidez
más grande del mundo, llego la mujer de mis sueños hablé con ella por un poco
más de dos horas y no sé su nombre.
Todos los días tomo el bus en el mismo lugar, con la
misma esperanza, encontrarla nuevamente, he pensado buscarla, pero no sé cómo
empezar, si no le pedí su nombre y mucho menos su número telefónico…
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