miércoles, 18 de abril de 2018

...y mucho menos su número telefónico...



Eran la 6:30 a.m. cuando tome el bus, servicio colectivo para ser más exacto, la única ruta que me dejaría cerca al lugar de trabajo y que no representaría ningún riesgo de caminar unos cuantos metros para no agitarme. La carretera, igual que siempre, llena de buses, busetas, automóviles, camiones, motocicletas y muchas personas, algunas corriendo por la absoluta posibilidad de llegar tarde a su destino, cualquiera que fuera, otras por el contrario no muy preocupadas ante la posibilidad del retraso. Parecía ser uno de esos días en los que no sucede nada, nuevamente mi vida transcurriría con la misma pasividad del día anterior,  una mañana fría,  una tarde algo oscura y una noche solo.

Al mismo tiempo,  mi mente, al arrullo del transporte público, inicia su desborde creativo de todas los días, sueños e ilusiones que tal vez nunca llegaran, posibilidades infinitas de una vida aburrida y simple que de un momento a otro cambiará; un hecho particular que transformará la repentina tristeza de soledad en una importante y reconocida existencia. Los edificios apoyan esos sueños planeados de futuros irreales que se basan o se crean por mentiras de reconocimientos que hasta ahora no llegan.

Personas caminando con sus propias ilusiones o sus propias mentiras de sueños inconclusos o verdades encubiertas de tristeza y soledad. Como siempre trabajando en un sueño, tal vez el más importante, una mujer, tan perfecta como  hermosa. Una belleza principalmente corporal, y es un sueño trabajado, porque son trabajados cuándo preparas tu mente a sonar,  en una mujer o trozo de carne que este en el ideal de belleza que los medios nos venden.

En segunda instancia, ese trozo de carne, mujer bella, también es hermosa por dentro, soñando una médica o ingeniera, adinerada, con una vida maravillosa que sería vuelco a mi simple vida. Sueños y sueños, tan irreales, que nunca llegarán, no precisamente por ser sueños más bien por el hecho de ser sueños para una vida perfecta, tan perfecta, como utopía que siempre fallara. En ese sueño, una mujer perfecta, se reúnen todas y cada una de esas personalidades por su belleza, inteligencia, talento, reconocimiento  y mucho más en una sola persona.

Transcurrían 20 minutos de viaje, todo seguía igual, las mismas caras, las mismas preocupaciones, los mismos trancones, hasta que en cierto punto llego ella, hermosa como ninguna, imponente su presencia, parecía irradiar su belleza o tal vez su perfecta vida. Una mujer hermosa por fuera y seguramente por dentro, yo me preguntaba porque una persona tan bella tomaba el transporte público, pero en ese momento estaba abrumado, con una estupidez en mi cara y en mi cuerpo, pareciendo trasportado a otro mundo. Ella, parecía muy alegre, se sentó, un asiento adelante del mío, saco su billetera del bolso, yo no quitaba la mirada de su ser, un billete de diez mil pesos, -Señor te pago-sus palabras que para mi fueron cantos ridículamente celestiales, el chofer recibe el billete, se siente absorto por tal belleza, reúne el cambio, tal vez con los mejores billetes que tenía en su caja, estira la mano hacia atrás sin quitar la mirada del espejo retrovisor.

Ella, se levanta e inevitablemente veo su cuerpo, todos los pasajeros hombres tampoco lo evitan, su pelo húmedo hace verla limpia, recibe los billetes que el chofer preparo para devolverle y a mi no preocupa la certeza de un accidente ante la imposibilidad del conductor por devolver la vista al frente, no me preocupa nada, solo verla y de cierto modo sentirla. Ella, recibe el cambio, monedas y algunos billetes viejos, vuelve a su asiento, su espalda recta y su pelo húmedo, me encantan, empiezo a imaginar que podrá ser, estudiante?, profesional?, secretaria?, muchas cosas llenan mí cabeza, pero indiscutiblemente por tal belleza, lo menos que podría era ser médica u odontóloga. Por qué en transporte urbano, y el carro, o mínimo taxi, es lo que pienso, bella, era realmente bella. Sigue el colectivo su ruta y es la primera vez que deseo enormemente que suceda un accidente o haya un embotellamiento de todos los carros de la ciudad en la avenida por la que transito, pero no, increíblemente, como nunca, la avenida esta sola y el conductor torpemente acelera su vehículo, tal vez no quiere verla más o por el contrario evitar un accidente y presumo que ella se acerca a su destino.

La veo todo el tiempo, no lo evito, no quiero evitarlo, ella parece no darse cuenta o tal vez sabe que es hermosa y lo disfruta sobre todo con hombres impresionados que solo la ven y no son capaces de acercarse a hablarle. Definitivamente en mis pensamientos defino que es médica, y pienso en la cercana posibilidad de la llegada de la mujer de mis sueños, ella. Estoy tan abrumado con su belleza que no me percato que he pasado mi destino, pero no importa caminare y pensaré que lo hago por deporte, cada vez son más y más cuadras de distancia. Ella, por fin se decide a bajarse, -por aquí por favor- sus palabras. El colectivo se detiene y se baja la mujer más bella del mundo, ella pasa la calle, yo la veo hasta se pierde en el ocaso.

Un nuevo amanecer, se repite la historia, muchos buses, de nuevo los trancones de carros y los ríos de personas afanadas con un destino para llegar. Esta vez no tomo el colectivo, es un bus verde y viejo, está repleto, el conductor no es nada amable y quiere que cada persona que recoge se trepe descaradamente encima de los otros. Unos metros más adelante se bajan un número considerable de pasajeros, sin embargo no tuve tanta suerte y no pude tomar asiento, de repente desocupan un puesto, luchó sutilmente por tomarlo, no me importa la dichosa caballerosidad, nunca antes una mujer se ha levantado para darme el puesto, yo tampoco lo haré.

El bus se detiene, yo me estoy sentando y se sube ella. Quedo  ensimismado al verla, no lo puedo creer, definitivamente el destino me dice que ha llegado la mujer de mis sueños,     -señor te pago- sus palabras que nuevamente se convierten en cantos ridículamente celestiales para mí, es ella, si es ella, me repito. Sorprendentemente la persona que está sentada junto a mí se levanta, yo ruego que ella se decida sentarse a mi lado, si lo hace es una señal divina que me demuestra que ella es la mujer de mis sueños, da dos pasos y ofrece el lugar vacío a la señora con la que pelee el lugar, no lo creo se va a sentar a mi lado una desconocida teniéndola a ella en frente, la señora hace señas y no acepta aduciendo que ya va a llegar a su lugar.

Por fin ella se sienta a mi lado, su pelo húmedo me recuerda la primera vez que la que tuve la fortuna de verla, su espalda recta la hace ver interesante, de pronto recuerdo que este día es el día sin carro. Me decido a hablarle, -es mejor sin carros- ella me ve, sus ojos se ven extrañamente alegres, no le importa el trancón de buses y taxis -si es mejor- responde,  empezamos la conversación, cosas triviales, interesante y otras muy poco interesantes, hablamos de todo, resulto se estudiante de medicina, 24 años, gustosa del cine y el arte, bohemia, inteligente, conversadora, amable, interesada por realizar labor social, una voz armoniosa y muchas otras cosas que descubrí ante mis insistentes preguntas. Definitivamente yo también le interesaba, lo percibí con su repetidas sonrisas, su admiración por mi buen sentido del humor. Cuando nos dimos cuenta ya nos habíamos pasado de los destinos a los que nos dirigíamos entonces decidimos seguir en la ruta hasta que se devolviera, ya llegaríamos retardados a nuestros lugares, que mas daba. Hablamos por un periodo de dos horas, pero ella finalmente llego a su lugar, se despide, me da un beso en la mejilla, sus labios rozaron suavemente mi mejilla, su aroma impregno mi cuerpo no tanto como a mi mente, no lo he podido olvidar, -no vemos en otra ocasión- sus últimas palabras de despido -hasta pronto- respondo torpemente. 

El bus se detiene, ella se baja, el bus inicia el recorrido, volteo mi mirada, la veo caminar a su destino hasta que se pierde nuevamente en el ocaso. En ese preciso momento trato de repetir su nombre, me doy cuenta que no le pedí su nombre, había cometido la estupidez más grande del mundo, llego la mujer de mis sueños hablé con ella por un poco más de dos horas y no sé su nombre.

Todos los días tomo el bus en el mismo lugar, con la misma esperanza, encontrarla nuevamente, he pensado buscarla, pero no sé cómo empezar, si no le pedí su nombre y mucho menos su número telefónico…


...más allá de la palabras...




...más allá de la palabras...

Era viernes en la tarde, una tarde fría y algo lúgubre, cuando murió Milla, abrió sus ojos, redondos y sinceros, vio fijamente a los míos, dejo en el mundo su último suspiro y murió. No alcanzo a pronunciar palabra, fue su último suspiro su despido, las flores marchitaron al instante, ya era tarde, la muerte se impuso, gano la partida. Los recuerdos de la infancia atropellaron mis sentidos, me ahogue en un mar de imágenes, golpeaban mi presente y desvanecían mí pasado. Mi mano empuñaba su mano, como queriendo no dejarla, como si la fuerza que hacia impidiera su partida. El silencio de la sala permitía su fugaz recorrido, se puede aceptar la muerte pero no lo inevitable, la soledad del destino. Ahora eran las 7:07 p.m. y su muerte se plasmaba a cada instante, ya habían pasado 37 minutos de su hundimiento en un limbo desolado sin rumbo y sin destino o por el contrario el camino llegaría a algún lugar, pero no me tranquilizaba, el frió de su cuerpo demostraba la realidad, que no había ni limbo ni camino, solo muerte y ausencia. Por fin las lagrimas brotan de mis ojos y la soledad en mi corazón empieza a hacerme sentir de algún modo bien, un sentimiento de culpa que solo se contenía con la herida de mi alma, era la forma de devolverla, la forma de no perderla, la forma de justificar. Justificar su partida, su suspiro, su despido. Hasta ahora los recuerdos desvanecen, en unos días o tal vez meses no quedara nada, ni recuerdos ni emoción, la sonrisa de ternura y sus ojos de misterio ya no serán ni la sombra del pasado,  se fueron, desparecieron como gotas de rocío cuando el sol se impone. La noche sigue consumiendo su partida, ahora son las 10:10 p.m y su cuerpo cada vez está más frío, el misterio de la muerte se confabula con la angustia de mi alma y mi llanto invocando a la tristeza despiadada a que se apodere de lo poco que queda de mí ser. 

Cuando por fin me di cuenta de cuánto la amaba la solución del destino  fue raptarla de mi vida,  apartarla para siempre, ya nunca volverá, se marcho, la vida sin preguntar me la quito, arranco de mi destino el amor, media vida, media alma. La torpeza de la noche me ejecuta, la agitada tormenta de desvelo no ayuda, el insulto de la vida es la muerte y la penumbra de la noche no propone una idea de silencio. Nuevamente los recuerdos aparecen con visiones inconclusas del ayer, estremecen el semblante del lugar con gritos silenciosos de despido. El reloj marca insensible y despiadado las 11:40 p.m. ya eran 5 horas y 10 minutos desolación y tristeza. Se acercan los médicos, se llevan el cuerpo inerte, lo manipulan, parece no importar lo que significó, esa vida de alegría, de amor y comprensión también muere con la carne, juegan con lo que queda y lo poco que le resta de su ser. Las lágrimas que se expulsan por mis ojos se detienen, mi cuerpo parece no tener la capacidad de producir ni una más, el puñal que hasta ahora atravesaba mi corazón ha destruido todo mi cuerpo. La lluvia sigue su rumbo, se convierte en mi mejor aliada, quiere destruir, yo quiero destruir, la conciencia del lugar no deja nada a la imaginación, las fotografías de tristeza encarnan la desolación, la muerte sigue  su  lucha con el recuerdo de mi amada, son los únicos que pelean por ella, yo ya no puedo hacer nada, mi desesperación se convirtió en cobardía dejando que mi mente no funcione, no trabaje, no piense, solo sufre. 

La noche baña de sonrisas el lugar burlándose la muerte de mi vida, yo por el contrario creyendo sin sentido que el viaje de mi amada tuviera algún destino, tratando de imaginarme  un lugar seguro que la espera, tan cándido que protege los recuerdos que la atrapan  y no dejan que empiece su camino a su verdadero destino aguardando con paciencia el momento en que decida iniciar su recorrido. Un lugar maravilloso, tan hermoso como rosas con espinas dolorosas y mi egoísmo tan soberbio que no tolera la desdicha del adiós sin soportar la angustia de la soledad comprobando a cada instante lo terrible de la muerte sintiendo la certeza inevitable del destino. Veo las flores llamativas que adornan el lugar, lo vistoso del color que lucha con el oscuro de la muerte, tan estúpido e inclemente las muestras de despido con una mezcla absurda entre flores y vestidos. 

Las lágrimas parecen demostrar el sentimiento del amor con caudales de llanto proporcionales al silencio  de aquellos que en realidad si la amaron. La presencia de su alma estremece mis sentidos, quedo inmóvil, mi cuerpo de repente siente un vacío diferente, la soledad se transforma en angustia y desespero a un estado de inconsciencia. Son las 2:30 a.m y su cuerpo ya presenta las secuelas del adiós, es su rostro el que dice que hasta nunca volverá y es la vida que comprueba su eterna decisión. Cada instante que transcurre aumenta mí desdicha, por la culpa de mi tardía decisión, y es mi culpa por pedirte que te casaras conmigo mucho tiempo después de enterarme que te amaba con pasión.


Abro los ojos en un instante, mi respiración juega sincronizadamente con la taquicardia que ataca mi corazón, quedo sentado en la cama, inmóvil, mi cara presenta signos de llanto y mi ser toneladas de preocupación, de repente siento el calor de mi eterna y amada Milla, con un suspiro de su amor;  ¡reacciono¡ y me burlo de mi trágica pesadilla, ¡es un sueño¡ o mejor la peor de mis pesadillas, mi temblor asegura que estoy vivo y que ella vive a mi lado, veo su vestido blanco reposando en el piso de la inmensa habitación de hotel que alquile para nuestra noche de bodas. Este es el inicio de la vida, de mi vida y de su vida como una sola, y la fuerza de un amor que nunca morirá ni la muerte ni la costumbre lo matara, estoy seguro que te amo con eterna decisión, pero sobre todo amo a mi vida que te la entrego solo para ti. 

En instantes mi miedo se traspasa de la piel hasta mis sentidos, ni siquiera deseo imaginar la cercanía de la muerte, pero no precisamente la muerte física, que es inevitable, es no dejar que llegue la muerte espiritual disfrazada de tristeza, cotidianidad, desengaños, temores y en fin del sin número de aciertos que la hacen ganar su partida, en resumen, me prometo, no dejar morir mi amor por ti, más allá de las palabras.