...más allá de la palabras...
Era viernes en la tarde, una tarde
fría y algo lúgubre, cuando murió Milla, abrió sus ojos, redondos y sinceros,
vio fijamente a los míos, dejo en el mundo su último suspiro y murió. No
alcanzo a pronunciar palabra, fue su último suspiro su despido, las flores
marchitaron al instante, ya era tarde, la muerte se impuso, gano la partida.
Los recuerdos de la infancia atropellaron mis sentidos, me ahogue en un mar de
imágenes, golpeaban mi presente y desvanecían mí pasado. Mi mano empuñaba su
mano, como queriendo no dejarla, como si la fuerza que hacia impidiera su
partida. El silencio de la sala permitía su fugaz recorrido, se puede aceptar
la muerte pero no lo inevitable, la soledad del destino. Ahora eran las 7:07 p.m.
y su muerte se plasmaba a cada instante, ya habían pasado 37 minutos de su
hundimiento en un limbo desolado sin rumbo y sin destino o por el contrario el
camino llegaría a algún lugar, pero no me tranquilizaba, el frió de su cuerpo
demostraba la realidad, que no había ni limbo ni camino, solo muerte y
ausencia. Por fin las lagrimas brotan de mis ojos y la soledad en mi corazón
empieza a hacerme sentir de algún modo bien, un sentimiento de culpa que solo
se contenía con la herida de mi alma, era la forma de devolverla, la forma de
no perderla, la forma de justificar. Justificar su partida, su suspiro, su
despido. Hasta ahora los recuerdos desvanecen, en unos días o tal vez meses no
quedara nada, ni recuerdos ni emoción, la sonrisa de ternura y sus ojos de
misterio ya no serán ni la sombra del pasado,
se fueron, desparecieron como gotas de rocío cuando el sol se impone. La
noche sigue consumiendo su partida, ahora son las 10:10 p.m y su cuerpo cada
vez está más frío, el misterio de la muerte se confabula con la angustia de mi
alma y mi llanto invocando a la tristeza despiadada a que se apodere de lo poco
que queda de mí ser.
Cuando por fin me di cuenta de cuánto la amaba la solución
del destino fue raptarla de mi
vida, apartarla para siempre, ya nunca
volverá, se marcho, la vida sin preguntar me la quito, arranco de mi destino el
amor, media vida, media alma. La torpeza de la noche me ejecuta, la agitada
tormenta de desvelo no ayuda, el insulto de la vida es la muerte y la penumbra
de la noche no propone una idea de silencio. Nuevamente los recuerdos aparecen
con visiones inconclusas del ayer, estremecen el semblante del lugar con gritos
silenciosos de despido. El reloj marca insensible y despiadado las 11:40 p.m. ya
eran 5 horas y 10 minutos desolación y tristeza. Se acercan los médicos, se
llevan el cuerpo inerte, lo manipulan, parece no importar lo que significó, esa
vida de alegría, de amor y comprensión también muere con la carne, juegan con
lo que queda y lo poco que le resta de su ser. Las lágrimas que se expulsan por
mis ojos se detienen, mi cuerpo parece no tener la capacidad de producir ni una
más, el puñal que hasta ahora atravesaba mi corazón ha destruido todo mi
cuerpo. La lluvia sigue su rumbo, se convierte en mi mejor aliada, quiere
destruir, yo quiero destruir, la conciencia del lugar no deja nada a la
imaginación, las fotografías de tristeza encarnan la desolación, la muerte
sigue su lucha con el recuerdo de mi amada, son los únicos que pelean por
ella, yo ya no puedo hacer nada, mi desesperación se convirtió en cobardía
dejando que mi mente no funcione, no trabaje, no piense, solo sufre.
La noche
baña de sonrisas el lugar burlándose la muerte de mi vida, yo por el contrario
creyendo sin sentido que el viaje de mi amada tuviera algún destino, tratando
de imaginarme un lugar seguro que la
espera, tan cándido que protege los recuerdos que la atrapan y no dejan que empiece su camino a su
verdadero destino aguardando con paciencia el momento en que decida iniciar su
recorrido. Un lugar maravilloso, tan hermoso como rosas con espinas dolorosas y
mi egoísmo tan soberbio que no tolera la desdicha del adiós sin soportar la
angustia de la soledad comprobando a cada instante lo terrible de la muerte
sintiendo la certeza inevitable del destino. Veo las flores llamativas que
adornan el lugar, lo vistoso del color que lucha con el oscuro de la muerte,
tan estúpido e inclemente las muestras de despido con una mezcla absurda entre
flores y vestidos.
Las lágrimas parecen demostrar el sentimiento del amor con
caudales de llanto proporcionales al silencio
de aquellos que en realidad si la amaron. La presencia de su alma
estremece mis sentidos, quedo inmóvil, mi cuerpo de repente siente un vacío
diferente, la soledad se transforma en angustia y desespero a un estado de
inconsciencia. Son las 2:30 a.m y su cuerpo ya presenta las secuelas del adiós,
es su rostro el que dice que hasta nunca volverá y es la vida que comprueba su
eterna decisión. Cada instante que transcurre aumenta mí desdicha, por la culpa
de mi tardía decisión, y es mi culpa por pedirte que te casaras conmigo mucho
tiempo después de enterarme que te amaba con pasión.
Abro los ojos en un instante, mi
respiración juega sincronizadamente con la taquicardia que ataca mi corazón, quedo
sentado en la cama, inmóvil, mi cara presenta signos de llanto y mi ser toneladas
de preocupación, de repente siento el calor de mi eterna y amada Milla, con un
suspiro de su amor; ¡reacciono¡ y me
burlo de mi trágica pesadilla, ¡es un sueño¡ o mejor la peor de mis pesadillas,
mi temblor asegura que estoy vivo y que ella vive a mi lado, veo su vestido
blanco reposando en el piso de la inmensa habitación de hotel que alquile para
nuestra noche de bodas. Este es el inicio de la vida, de mi vida y de su vida
como una sola, y la fuerza de un amor que nunca morirá ni la muerte ni la
costumbre lo matara, estoy seguro que te amo con eterna decisión, pero sobre
todo amo a mi vida que te la entrego solo para ti.
En instantes mi miedo se
traspasa de la piel hasta mis sentidos, ni siquiera deseo imaginar la cercanía
de la muerte, pero no precisamente la muerte física, que es inevitable, es no
dejar que llegue la muerte espiritual disfrazada de tristeza, cotidianidad,
desengaños, temores y en fin del sin número de aciertos que la hacen ganar su
partida, en resumen, me prometo, no dejar morir mi amor por ti, más allá de las
palabras.
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